Y mientras un alcalde está al pie del cañón defendiendo los intereses y compartiendo las preocupaciones de sus administrados otro, el de Zaragoza …, oiga, que se nos fue a Chile con la excusa de la participación en el congreso del Centro Iberoamericano de Desarrollo Urbano (Cideu) anticipando su partida hacia esas benditas tierras hispanoamericanas para disfrutar de unos días de vacaciones, en plena crecida del Ebro, con su familia.

Es posible que D. Pedro considere la inutilidad de su presencia para solucionar los problemas que se van presentando en una situación como la de un desbordamiento del río a su paso por el término municipal; no discutiremos aquí y ahora las utilidades personales de D. Pedro, pero el asumir la responsabilidad de gobierno de una ciudad como Zaragoza presupone que, como poco, cabría esperar de él una actitud como la de su colega de Quinto de Ebro; estar junto a sus conciudadanos, exponer públicamente razones por las que se han producido más daños de los que deberían haberse producido y estar dispuesto a ejecutar, en el próximo futuro y con los medios de que pueda disponer, todas las acciones necesarias para minimizar al máximo los efectos de situaciones similares en el futuro.

Lejos de todo eso el alcalde Santisteve demuestra estar muy por encima de todo y de todos; que pertenece a una casta superior a aquella que denostaban él y sus conmilitones en fechas precedentes al acceso a sus parcelas de poder.

Pero ¡de qué nos extrañamos! Estas, y otras actitudes como estas vienen siendo habituales tanto en esta nueva casta como en las antiguas castas políticas desde los primeros tiempos de la democracia.

Por eso cabe preguntarse si esa tendencia a desarrollar conductas que los mismos que las cometen atribuyen a dictadores, de derechas por supuesto, se debe a una característica genética o se adquiere en un entorno específico. Por mi parte lo voy teniendo claro: este sistema corrompe.

Fermín Úriz

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